Elegancia, algunos preceptos elementales:

1. Sobre la inelegancia de la moda: No hay nada tan de mal gusto como vestir a la última moda.

2. Sobre estrenar: Estrenar es una indiscreción. Cuando los ingleses sabían comportarse con dignidad, no se ponían jamás un par de zapatos nuevos sin que antes los hubiera usado su mayordomo por una buena semana. En este caso la elegancia, como de costumbre, coincidía con la comodidad.

3. En la mesa Antes y después de la comida se pueden poner los codos en la mesa. Durante no, porque el plato queda así muy lejos de las manos y de los cubiertos.

4. Sobre el uso de la autoridad: La gente que de verdad tiene autoridad o poder no los demuestra jamás llamándole la atención a alguien delante de otros.

5. Garchamarcuets. ¿Qué es eso? Nadie lo reconocería, pero es la forma como algunos italianos pronuncian el nombre de García Márquez. Pronunciar mal los nombres extranjeros no está bien. Pero es aún peor los que pronuncian toda palabra extranjera como si fueran nativos o como si su lengua materna fuera el esperanto. Lo que está bien es acercarse a la fonética de la lengua original, sin forzar demasiado la de la propia.

6. Sobre la belleza: Una belleza demasiado evidente es ofensiva. Las personas que padezcan esta calidad deberán –como anota Gracián– “disimular la hermosura con desaliño”.

7. Cuando decir NO: No decir que sí la primera vez. No decir que no (si tenemos ganas) la segunda vez. No pedir ni invitar ni insistir después del segundo no.

8. En la mesa: contra toda intuición hay quienes recomiendan comer mucho en casa de los pobres y casi nada en casa de los ricos. En ninguna de las dos llevarse el mejor pedazo, o el más grande. No acabar con los pasantes. No secuestrar la botella de vino que trajo un invitado. Si la salsa está muy buena, no es tan feo recogerla con un trozo de pan. Pero no limpiar tanto el plato que en la cocina se olviden de lavarlo.

9. Sobre las palmaditas: No dar palmaditas en la espalda.

10. Cuando hay dos mujeres juntas: Cuando hay dos mujeres juntas, una mayor y otra menor y se parecen, jamás preguntar si la mayor es la madre. Nunca lo es. Y si lo es, también se ofende. Tampoco preguntar si son hermanas: se ofenderá la hija.

11. En público: uno no se corta ni se limpia ni se muerde las uñas; no saca ni se saca espinillas; no se peina; tampoco se rasca parte alguna. Se puede hacer una excepción si acaban de picarlo las hormigas.

12. Después del encuentro…: Después del primer encuentro corporal, dice una experta en buen tono, Lina Sotis, “jamás hay que preguntar: ‘¿te ha gustado?’, como si fuera una película. Eso lo dirá el futuro”.

13. Sobre decir la verdad: Hay que usar con cautela la verdad y la mentira. La primera puede ser cruda, de una crueldad inútil, y la segunda elegante. Mi abuela, a los ochenta años, fue visitada por un novio que había tenido a los veinte. Él le dijo: “¿Qué se hizo, Victoria, tu pelo negro, tu piel, qué le pasó a tus manos? ¿Cómo es posible que hayas cambiado tanto?”. Mi abuela le respondió: “Tú en cambio estás idéntico, Robertico”.


14. Y Lo más inelegante…:
Nada tan inelegante como dictar preceptos sobre la elegancia.

Fuente: Héctor Abad Faciolince, Palabras sueltas, Bogotá, Seix Barral, 2002, 250 páginas.

Publicado sólo gracias a: Camilo Jiménez y su Ojo en la paja
«Un editor es alguien que separa el trigo de la paja y publica la paja».
Adlai Stevenson